jueves, 10 de septiembre de 2015

Niña, vente conmigo a la verbena.



Algo ocurre siempre en las verbenas.

Algo ocurre desde que a media tarde aparece en el lugar el elemento más importante de todoas: la orquesta. Y es que estas fiestas de verano no pueden existir sin ella; sin sus cantantes trasnochados, coristas con lentejuelas, vestidos brillantes, chalequitos de raso para ellos, purpurina para ellas, y espectáculo para todos.

Esas orquestas con nombres geniales como “Los anaconda” (no olvidemos la maravillosa orquesta Expresiones, por favor) se ponen sus mejores galas para cantar esa noche el mismo repertorio por milésima vez. ¡Qué chasco me llevé cuando me enteré de que los músicos hacían playback! No tocan casi ningún instrumento, así les sale más barato, se supone que nadie lo nota y van sobre seguro.

En cuanto al repertorio mi primera idea era hacer una lista con las canciones más versionadas por estas orquestas, entonces me di cuenta de que hay uno base que es el mismo desde hace 40 años y lo seguirá siendo por los siglos de los siglos, Amén, al que se suman las versiones de las canciones más sonadas en ese último año, candidatas a canción del verano. De estas últimas son pocas las que aguantan el paso del tiempo y acaban incluidas en el catálogo base.

Algunas de las canciones de ayer, de hoy y de siempre que lleva una orquesta en condiciones que se precie son:



Mi preferida: Me gustas mucho, Rocío Durcal.




El chacachá del tren , El consorcio.




La ventanita del amor, Garibaldi.





El vals de las mariposas, Dany daniel.



Beso a beso. 





Una lagrima cayo en la arena, Peret - Los Manolos.








Pero ¿qué es lo que pasa en la verbena mientras esto suena? Pues parece que no pasa nada pero pasan muchas cosas (como en un capítulo de Mad Men). El publico que ha ido lo ha hecho porque es lo que toca, porque le apetece o por el cachondeo. Es una vez al año y es una buena oportunidad para ver a la gente del pueblo en un escenario distinto, con un vestido y un peinado especial y quien sabe, dispuestos a hacer algo que llevan tiempo deseando: bailar con Paqui la del estanco, ver al hijo de Manolita achispado tirandole los tejos de nuevo a Mari Carmen, bailar con el marido un pasodoble, con una amiga o con el nieto. 
 
Mientras todos están sobrios y serenos la orquesta intenta romper el hielo como puede aliándose con los niños que son los únicos que salen a bailar, si la cosa se pone chunga siempre pueden recurrir al socorrido Follow The Leader que hará que la gente empiece a levantarse de las sillas.






Después de unas cuantas canciones de su lista titulada “canchodeo” ya hay suficiente gente bailando como para entrar en faena, es ahora cuando la orquesta lo da todo y el solista se viene arriba con El vals de las mariposas de Dany daniel.


En este momento si nos fijamos en quien está bailando sabremos quién está enamorado: las señoras que obligan a su marido a bailarlo sin duda le quieren, los señores que acceden a hacerlo, sin duda las quieren, y las parejas que además tienen a sus hijos preadolescentes esperando resignados a que acaben para irse porque “jolin mamá que rollo, me quiero ir con mis amigos” se quieren una barbaridad y no quieren dejar de bailar.



Luego llegan los pasodobles de rigor, y aquí da igual quienes formen las parejas, aquí quien baila lo hace por el gusto de bailar y ya está. Podemos encontrar parejas tan singulares como: abuela-nieto, vecina-vecina, suegra-yerno, padre-hija, señora- amiga de clase de zumba, etc.



Ya han tenido su turno los niños y los mayores, y en este punto de la noche puede que sea la misma orquesta la que haga sus versiones o que el ayuntamíento (bien de presupuesto) haya contratado a un DJ pensando en los jóvenes para que suenen canciones que no tienen el reconocimiento que se merecen como éstas:




Que sí, que no, El Símbolo






Toma Vitamina, La Fiesta.





As de corazones, Raúl.





Que la detengan, David Civera.






Levantando Las Manos, El Simbolo.





No Rompas Más, Coyote Dax.



 

Te quiero más, Fórmula Abierta.

















Ven, ven, ven, Sex Bomb. 







Qué casualidad que las veces que más me he divertido de fiesta en mi vida ésta era la banda sonora.



Ya hemos llegado al final de la noche y toca volver a casa, quizás unos churros con chocolate para los que se niegan a que termine o cuatro besos en una esquina, y fin, se acabaron las fiestas hasta el año que viene. ¿A que parece que no ha pasado nada? Pues de lo que ha ocurrido esa noche tratarán muchas de las conversaciones el resto del año en el pueblo:

- de cuando el chiquillo de Antonia casi se ahoga en la fiesta de la espuma en la plaza
- de cuando la hija de Alfredo volvió llorando porque un tipo con muy poco tacto le dijo “¿que eres virgen? Anda niña, vuelve a la verbena”
- de cuando Mercedes y José el panadero estuvieron toda la noche bailando
- de lo salido que estaba el cantante de la orquesta y como les miraba el escote a las señoras...



y cosas menos perceptibles ocuparán los pensamientos de algunos durante un rato o toda su vida:



- de como la miraba su marido mientras bailaban Suspiros de España
- del piropo que le echó Juanito
- de lo contento que se puso con dos vinos
- de la vuelta a casa descalza cuando no podía soportar los zapatos
- del primer baile con su hijo
- de lo cansada que parecía la corista, lo poco que brillaba y lo mucho que lo hacía su vestido.



Hay que ir a la verbena al menos una vez en la vida para observar esto y bailar con todas tus ganas y tus amigos la canción del velero.












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