No se si leí o vi antes la película de Mujercitas, la cuestión es que lo he
hecho muchas veces, ¿Y por qué me gusta tanto Mujercitas si puede parecer un
manual de conducta para señoritas bastante cursi? Me gusta porque en el paso de
la niñez a la madurez de estas cuatro hermanas con carácter y defectos
diferentes puedo identificar rasgos de la personalidad de mis hermanas y de mi
relación con ellas.
Mi hermana mayor es Meg, es la que tiene mejor carácter, responsable, y al ser
la mayor, protectora con nosotros. Mi hermana mediana tiene algo de Amy, bonita y un poco caprichosa, pero inteligente y
tan poco egoísta que nunca podría ser ella. Luego voy yo que soy Beth, siempre
he sabido que era Beth, igual de tímida y sin hacer ningún plan para el futuro,
pero por desgracia nada delicada y sin oído para la música.
Falta Jo, es mi preferida y ninguna somos Jo porque Jo es mi madre.

En Aquellas Mujercitas es cuando aparece Laurie y el amor. En cada lectura o cada vez que he visto
alguna de sus versiones (mi favorita es la de 1949, y la de 1994 hay que verla
sólo por Christian Bale jovencísimo como Laurie) he sacado una conclusión diferente
sobre ellas y su relación con él.
¿Cuánta gente se cabreó cuando Laurie se
casó con Amy? Yo me enfadé una barbaridad, para que lo voy a negar, y pensé que
Jo le rechazó sólo porque él se lo había puesto demasiado fácil. Claro que
yo era una niña y no entendía nada, pero con el tiempo he comprendido
que Laurie no estaba enamorado de Jo, de lo que él estaba enamorado era de la
familia March. Él, viviendo en
aquella casa vacía sólo con su tío, encontró en ellas todo lo que deseaba tener
y de lo que quería formar parte. Esto Jo lo sabía muy bien, que para algo era
la más inteligente y una vez entendido comprendí que él estaba mucho
mejor con Amy, quien no se daría cuenta de ese detalle, y Jo sería feliz con
el profesor que también mola. Yo que no soy tan
avispada como Jo habría sido tan tonta
que me habría casado con Laurie sin dudarlo.
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No te puedo decir que no. |
Mujercitas también me hace pensar en el resto de mujeres de mi familia, a las
que conozco bastante bien y de las que tengo muchas historias. Como siempre me ha
gustado hablar con la gente mayor, y lo he hecho desde pequeña, sé hasta cinco
versiones diferentes de una misma historia: la que me han contado cinco
personas diferentes y de las que alguna ya no vive.
Una de las personas con las que más hablaba era mi tía abuela Carmen. Como
nunca se casó y vivía sola venía cada día a casa y me contaba cosas, yo iba a
la suya y se empeñaba en enseñarme a coser. Decía que la máquina de coser era
su amiga porque con ella había llorado, había reído y había pasado muchas horas
a solas. Yo hacía como que me interesaba la costura pero era mentira, sin
embargo me quedaba allí por escucharla aunque me contara lo mismo varias veces como suele hacer la gente cuando es
mayor y piensa sobre todo en el pasado.
Cuando murió hace doce años me di cuenta de qué era realmente lo que me
impactaba de la muerte, era el hecho de no poder volver a hablar con esa
persona nunca más y me angustió bastante.
Por suerte yo había hablado mucho y e intento seguir haciéndolo con mi
madre, sus tías, mis tías, y con quien aprecio. Así las conozco un poco
más, me hago una idea de cómo eran de niñas, de adolescentes y entiendo muchas
cosas. Algunas historias son tan largas y complejas que no sabría redactarlas,
y otras tan privadas que no creo que esté bien hacerlo.
Como no soy Louisa May Alcott simplemente he recopilado algunas cosas sueltas
que recuerdo de vez en cuando y sin dar muchos detalles sobre las mujeres de mi
familia:
- Mi bisabuelo era huérfano, lo adoptó una familia del pueblo. Él quería irse a
América pero se quedó en la Alpujarra por mi bisabuela a quien quería
muchísimo.
- Mi bisabuela tuvo 10 hijos auqnue no le gustaban los niños. En cambio le encantaba
su huerto de donde mi madre robaba rabanillas porque tenía mucha hambre.
- Mi abuela era la más guapa de las hermanas y se tuvo que casar de negro.
- Mi tía le tuvo que hacer el vestido de novia aunque estaba enfadada.
- Un tío abuelo se puso enfermo y no tenían dinero para llevarlo al hospital, mi
tía se encontró en el campo una pepita de oro, la vendió y arregló el asunto.
En otra ocasión vendió unas sillas. Después un arca. Y así hasta que lo vendió
todo.
- A mi tía le salió un pretendiente, un día se lo encontró desnudo tumbado en la
nieve y decidió no casarse con él. Años después se enteró de que se había
tirado desde una ventana. Había estado fina al verlo venir.
- 3 mujeres de mi familia estaban enamoradas del mismo hombre, y las 3 se iban a
casar con él. Al final lo hizo una y tuvo la peor suerte.
- Después de la guerra ellas tenían zapatos porque mi abuelo era zapatero, le
enseñaron el oficio en el campo de concentración de donde también se trajo la
tuberculosis.
- Mi madre de niña era tímida, prudente y sensata, le habría encantado saber
bailar pero le daba vergüenza. A su hermana mayor en cambio le encantaba
bailar, era fantasiosa y soñaba con ser Pinito del Oro.
- Mi madre de adolescente cuidaba y reservaba los únicos zapatos arreglados que
tenía. Mi tía que era un desastre se los cogía a escondidas, se iba a bailar y
se los ensanchaba.
- A mi madre y sus hermanos se les murió la suya cuando más la necesitaban.
- Cuando avisaron a mi tía fue corriendo al hospital y por el camino perdió una
sandalia. Ese hospital años después fue un colegio, mi colegio.
- Mi madre tenía un pretendiente lejos, decidió venir a verla de sorpresa y se
encontró con que ese día mi madre se casaba con mi padre (¡pobre hombre!)
- Nació mi hermana mayor y mi madre lloró porque pensaba que iba a tener un niño
rubio, y porque echaba mucho de menos a la suya.
- Mi abuela tuvo 3 niñas y un niño, mi madre tuvo 3 niñas y un niño, y yo pensaba
que iba a tener 3 niñas y un niño pero no sé si voy tarde.
De aquellas mujercitas me he ido a estas mujercitas para deciros que podéis
leer esta novela o no (si no lo hacéis, eso que os perdéis), pero lo que
deberíais hacer es conocer a vuestra propia familia, y para eso hay que hablar
y hablar mucho y de verdad. Si no, corréis el riesgo de pasar vuestra vida con
gente con la que compartís cosas cotidianas, un lugar físico, una comida, un
cumpleaños, les preguntáis como están del resfriado, etc. Sin saber qué
pasa realmente por su mente y eso es una pena.